lunes, 31 de enero de 2011

Aproximación a la idea de desconfianza

Ja ha passat un any des de que em vaig enfadar llegint aquest text...
Ara no m'enfado tant.

1
Una vez me marché de un hotel sin gastar todos los frasquitos de gel y de champú que ponen en los hoteles (lo que se dice exprimir hasta la última gota cada frasquito y otras cosas que te ponen en los hoteles para ser exprimidos, ya que al final te los cobran) y lloré durante semanas.
La tristeza aparecía no sin motivo. Aparecía por NO HABER LLEGADO HASTA EL FINAL de cada cosa que me he cruzado.
Da igual si el cuerpo de un amante, un libro, un paseo en el monte por la noche sin ayuda de las estrellas o los putos frasquitos.
Hay que agotar lo percibido y en esa tarea agotarte y no tener miedo de palmar con las manos en la masa, cardíaco: morir con las manos sucias y cuanto más irreconocibles los jugos, la materia, mejor, por asquerosos y excitantes.
Ver, por fin, crecer algo de la tierra. Y tener el tiempo para seguir con atención y placer cada transcurrir.
Eso le dije a mis amigos por teléfono y ellos me dijeron por teléfono: sí, de acuerdo: pero se te va acortar la vida. Y si no, míranos a nosotros: vivimos y no nos cuesta la vida.
Y yo les colgué el teléfono porque ellos hablaban de una vida longeva y segura al resguardo de progenitores y descendencia amada y de una economía defendida entre todos como una fortaleza.
Y yo hablaba de segundos fugaces y del valor que tiene una lágrima, cuando sabemos de sobra que una lágrima ni tiene valor más que para quien la derrama y que es un valor relativo, porque he vivido entre capullos que olvidan los pesares en lo que tarda en secar una lágrima.
Ellos hablaban de su futuro económico siempre pensado en los hijos y yo de acompañar hasta su plenitud un instante. Estar ahí cuando las cosas estallan.
Y me imaginé corriendo junto al instante, con la lengua fuera, al menos durante un fragmento mínimo de tiempo, corriendo a la par del instante.
Y con eso me contentaba, porque sabía que ENTRAR EN EL INSTANTE no era probable para una naturaleza como la mía. Pero yo corría de todas formas a la par del instante unos segundos escasos y me conformaba.
Y cuando digo << no me veréis RENUNCIAR>>, no es por la humillación de UNA derrota, sino porque la suma de cada renuncia acaba siendo con el tiempo tu tormento.
Uno puede vivir reconociendo que no llegó HASTA EL FINAL en dos o tres asuntos, pero empezar lo que se llama un nuevo día desayunando ante una montaña de claudicaciones pasadas y para colmo pensando en las que vienen, los abandonos y resignaciones en que actualmente estás empeñado, es jodido de llevar.
Las renuncias se sientan cada mañana y desayunan contigo y te cogen parte de TU pan y lo untan conT U mantequilla y tú no tienes la autoridad para echar de TU mesa a este invitado.
Y digo que no agotar las cosas es dejarse morir de a poco.
Y si hay que morir fulminado en medio y por culpa de este esfuerzo cómico que supone agotar todo lo que uno encuentra en su camino, yo acepto sin vergüenza porque
de algo hay que morir.
de algo hay que morir.
de algo hay que morir.

Gasto, desperdicio, prodigo y derrito
Porque todo es un simulacro y todo vale mil veces menos de lo que aparece en la factura que te llegará más tarde.
Las instituciones y las personas, los seres queridos y los que desean tu fracaso, la familia y amigos de tu mujer, la panadera, tus propios hijos y hasta un animal de compañía, todos, finalmente, terminan pasándote cada cual la factura.

[Rodrigo García]

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